¿POR QUÉ?
25 de Enero 2017 - Por Kelsey Cratty
Estamos saliendo para el entierro de otro muchacho muy amado de Miqueas. Hoy, es Jeferson. Edad: 14 años. Un joven carismático, con fuego en sus ojos, en septiembre del año pasado él metió sus pertenencias en su mochila y regresó a la calle. Todos los educadores del Proyecto le rogaron que se quedara. Le recordamos del gran amor que le tenemos. Le recordamos que solo hay muerte en la calle y ahí no hay futuro. Pero siempre se fue.
¿Por qué? Él nunca creía que nosotros realmente lo amábamos. Le dijimos con nuestras palabras y le mostramos nuestro amor con nuestras acciones continuamente. Le dijimos que en la calle solo hay muerte por el gran amor que teníamos para él. Nunca quisimos ver que esa advertencia se convirtiera en realidad.
Yo admito: Jefferson a veces nos daba muchos problemas. A veces nos empujaba a nuestro límite—y muchas veces con comportamientos extremos. Pero siempre sabíamos que él nos estaba probando—probando a ver si íbamos a continuar amándolo a pesar de su comportamiento. Y si, lo seguíamos amando—nunca perfectamente, porque no somos perfectos—pero aun así, lo seguíamos amando. Y, al final, Jef todavía no lo creía—y se fue.
Quizás él pensó que siempre tenía que portarse bien para que lo siguiéramos amando, y él pensó que iba a ser imposible mantener la pinta de un muchacho bien portado—que tarde o temprano iba a fracasar. Pero nosotros sabíamos que el mal comportamiento realmente no definía su carácter. Aunque él mismo se tachaba como un joven mal-portado, nosotros sabíamos que esos comportamientos eran nada más que una prueba—una máscara para la inseguridad, un llanto para nuestra atención que él creía que no merecía. Si, queríamos que no se portara mal—para su propio bien. Sabíamos que sus acciones salían de un corazón lastimado, desconfiado. Sabíamos que, al fondo de su corazón, él quería saber que los amamos. ¡Y eso es lo que nosotros queríamos comunicarle también!
Quizás Jef creía que los cuchillos que él sacó para amenazarlos, las malas palabras que a veces gritaba, las drogas que consumía, quizás él creía que estas cosas eran la suma de su carácter. Quizás él pensaba que había nacido para vivir en la calle, y solo en la calle iba a encontrar personas que le comprendía. Quizás por eso regresó a la calle—porque ahí encontraba a personas que entendía realmente quien era. Pero esos cuchillos, drogas y gritos no eran Jeferson. Y no encontró amor ni aceptación en la calle. La calle no lo amó; más bien, la calle lo mató.
Yo no quiero ir a verlo a Jef enterrado en el cementerio hoy. Lo quiero ver aquí—en casa. Pero aquí voy. A otro entierro más.
Mi corazón no está con el ataúd ahorita. Mi corazón está con los jóvenes que están parados a la par del ataúd. No quiero ver a otro joven muerto. Quiero ver vida.
Quiero que estos muchachos sepan cuánto los amamos. Y no solo ellos, sino a ustedes también. Creo que hay un niño de la calle dentro de todos nosotros, uno que pregunta si realmente somos amados.
Escúchenme, por favor, les ruego. ESCÚCHENME. Es por eso que llegó Jesús. Por eso él bajó a nuestro nivel. A estar como uno de nosotros. No dejes de escucharme porque crees que ya has escuchado eso un montón de veces. Escúchenme. Cuando él dice “Yo soy la luz del mundo…venga hacia la luz, para que la oscuridad no te destruya…Mientras tengas la luz, creas en la luz, para que lleguen a ser hijos de luz.” El ruega que lo acerquemos, que volvamos a casa, porque ÉL ES AMOR. Él nos dice que en este mensaje, el mero mensaje de nuestro Padre-- hay vida eterna. En él, hay vida ahora, y vida más allá del ahora. Darle la espalda significa muerte—y eso no es un mensaje de condenación. ESO ES UN MENSAJE DE AMOR. Nos ha dicho que nos ama. Nos ha mostrado que nos ama. Él mismo dijo que vino no a juzgar al mundo sino a salvarlo.
Por favor, crea en él. Él es BUENO. He visto VIDA. Lo Conozco a ÉL. Su nombre es Jesucristo. Confié en El. Por favor, regrese a casa. Recibe su amor. Recibe la vida.