Abril 22, 2015 -- Michael Miller
Mientras yo viva, nunca olvidaré la noche del pasado Febrero en el que todos los chicos de Miqueas cayeron de rodillas llorando ante el Señor. Estábamos en la primera noche de nuestro retiro espiritual, en la cima de una montaña aproximadamente tres horas de Tegucigalpa. Era una noche fría, y todos estábamos envueltos en varias carpas cuando nos reunimos para la sesión de la tarde. Acabábamos de empezar con un par de canciones y un drama chistoso, cuando de repente, sin que nadie estuviera como un líder, nuestros chicos comenzaron a llorar.
Nunca he experimentado nada igual. Durante tres horas, los niños lloraban, confesaron cosas que habian hecho y las cosas que se habian hecho entre ellos mismos. Les rodeamos, y mientras orábamos por ellos les dimos un fuerte abrazo. Nuestras lágrimas se mezclaron con las de ellos.
Uno de los chicos de quince años de edad que es normalmente alegre y agradable; lloró incontrolablemente durante horas. Casi sin aliento, admitió a la familia Miqueas ahí reunida que cuando él era un bebé, su madre lo vendió a otra mujer la que terminó de criarlo. Ese hecho tan horrible le hizo sentir totalmente inútil, como un pedazo de basura, según sus propias palabras. Él creció pensando que no era más valioso que un producto que podría ser comprado y re-vendido, y tirado a la basura cuando ya nadie le da ningún uso.
Mientras arrullábamos a este niño tan bello y preciado en nuestros brazos esa noche, quería desesperadamente explicarle que el sentido de inutilidad que estranguló su alma todos los días; es una mentira de lo más profundo, más oscuro foso del infierno. Yo quería que él supiera cuánto lo amamos, lo orgullosos que estamos de él. Quería que se viera a sí mismo a través de los ojos de su Padre Celestial... Aquel que conoce y lo ama completamente mejor que cualquiera de nosotros podría hacerlo.
Esa es la razón por la cual fundé el Proyecto Miqueas hace quince años: para que los niños al igual que éste podrían saber con confianza, con pasión, sin sombra de duda, que no son huérfanos sino hijos, amados profundamente y apreciados por Aquel que los creó. A veces me gustaría que pudiéramos realizar una cirugía del corazón en cada uno de nuestros muchachos, para cortar el cáncer que se come sus almas, para quitar quirúrgicamente las mentiras que han llegado a creer como verdad por el abuso, el abandono, el rechazo y la violencia que se inflige a cada uno de ellos! Cómo me gustaría que fuera así de fácil.
Honestamente, de los más de sesenta chicos que han llamado a Miqueas como su hogar a lo largo de los años, estoy sorprendido por la forma en que muchos de ellos vienen a un lugar de sanación y restauración. El Señor les brinda misericordia para llegar hasta esos corazones rotos, y ponerlos en el camino hacia la sanación. Cada uno de ellos es la vida, la respiración, el milagro resucitado. Pero el camino a ese lugar es muy difícil. Superar las mentiras es increíblemente doloroso que existe un porcentaje de ellos que simplemente no pueden hacerlo. Es más fácil para ellos creer las mentiras, para volver a vivir de acuerdo a los nombres que la sociedad les otorga: delincuentes, vagabundos, resistoleros, y niños huerfanos.
Axel fue uno de ellos. Cuando salió de la calle e ingresó a Miqueas a los doce años en el 2008, todo lo que podía ver en el era potencial. Él era un niño brillante, divertido, con un ingenio rápido y una sonrisa sencilla. Tenía una manera natural de conectar con la gente; te ponía una mano en el hombro, te daba una sonrisa de oreja a oreja, y te hacía sentir como si hubiera sido tu amigo para siempre. Debajo de ese encanto suave, sin embargo, también había una sed muy arraigada por la justicia. Axel no podía apartar la mirada de alguien que estaba haciendo daño o que necesitaba algo y no se quedaba sin tratar de encontrar alguna manera de ayudar. A veces sentía que llevaba el peso del mundo sobre sus hombros, y él siempre estaba animándonos para ayudar el hombre que pide en la acera, o la mujer de edad avanzada que vino a nuestra puerta y que necesitan ayuda para alimentar a sus nietos.
Durante dos años, Axel se mantuvo muy bien en Miqueas. Pero, a pesar de que se preocupaba mucho por el bienestar de los demás, nunca podría estar convencido de que él mismo era digno de amor. Empezó a creer esas mentiras acerca de su falta de valor y de nuevo en 2010, terminó de regreso en las calles. En los meses que siguieron, a veces yo solía merodear por las calles del mercado de Tegucigalpa, orando para que el Señor me ayudara a encontrar a Axel. Cuando me encontré con él en medio de las multitudes repletas de compradores, mi corazón saltaba con la esperanza de que él podría estar convencido para regresar a Miqueas. A medida que los meses y los años pasaron, sin embargo, se podía ver la esperanza que recorría los ojos de Axel. Tuvimos la oportunidad de ingresarlo en un centro de rehabilitación de drogas durante un tiempo y así pudo regresar a Miqueas por unas semanas en 2012, pero él claramente estaba convencido en ese tiempo en que nunca podría volver a dejar las calles de nuevo. La última vez que salió de la Casa Miqueas, había un sentido de finalidad sobre su decisión.
Hace unas semanas, el 18 de marzo, estábamos en el otro extremo del edificio de Miqueas 2,0 construyendo parte del muro perimetral con un grupo de mi iglesia en St. Louis que estaria en Miqueas por una semana. En el medio dia, recibimos la llamada que había estado temiendo desde hace años; a las 6:30 de la mañana, Axel había sido vilmente asesinado a tiros en la zona del mercado. Tenía tan sólo dieciocho años de edad. Aunque el vivir en las calles le obligó a crecer demasiado pronto, él era realmente sólo un niño. Un niño que no merecía morir a raíz de la violencia.
Una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer en mi vida es la de ir a la morgue capitalina esa noche para identificar y recuperar los restos del cuerpo acribillado de Axel. Una vez que puse su cuerpo ya sin vida en el vehículo que lo llevaría a la funeraria para el velatorio de toda la noche, fui a recoger a su hermano menor, Julio, quien todavía vive en el Proyecto Miqueas y que había estado en la práctica de fútbol con el resto de los muchachos. En el momento en que regresamos a la funeraria para el velatorio, una multitud se había reunido. Casi treinta muchachos de la calle aparecieron en diferentes momentos de la noche, la mayoría de ellos muy inhalados de resistol amarillo, pero con un sincero deseo de rendir su último homenaje a Axel. La mayoría de los graduados de Miqueas que todavía viven en Tegucigalpa también llegaron a la vela para darse aliento el uno con el otro en este tiempo en el que cada uno de ellos perdió un hermano y un amigo.
En cierto momento, en que la gente gente llegaba y se iba, noté que una señora que permanecia de pie y sola en la parte de afuera. Más tarde me di cuenta de que Axel se había enterado de que su su hermano estaba en la cárcel, por eso él pasaba por la casa de su mamá cada semana con una bolsa de comida para apoyar a ella y a su hijo pequeño. Ella me ayudó a comprender que, incluso mientras vivia en las calles los últimos meses de su vida, Axel todavía se preocupaba mucho por ayudar a los pobres y oprimidos, todavía tenía esa sed de justicia.
A la mañana siguiente, después del velatorio y un par de horas antes del entierro de Axel, llamé a todos los chicos Miqueas a mi cabaña, donde también se había reunido el grupo de mi iglesia. Una de las mujeres en el grupo, Sherdonna Denholm, había escrito una canción para los chicos de Miqueas que compartió por primera vez con nosotros esa semana.La canción de Sherdonna maravillosamente expresó lo que tan desesperadamente quisimos que Axel entendiera; ¡si sólo pudiera haber oído este poema lírico y haberlos creído con todo su corazón!
Miqueas, deja caer tus cargas
Los corazones cargados no son para llevarlas
Apuesto que no sabias eres la corora de alguien
Apuesto que no sabias que eres digno
Las montañas se escalan un paso a la vez...
Cuando las sombras llenan tu habitación
Y las tinieblas llenan tu mente
Cuando las mentiras que te han dicho
Llegan opresionando por todos lados
Las montañas se escalan un paso a la vez...
Miqueas, eres revestido en todo su esplendor
Y el sol brillará 1.000 años por venir
Miqueas, corazones rotos encuentran misericordia
De los rios de agua viva que brothan del Señor
El día vendrá en el que seremos restaurados.
Mientras Sherdonna cantaba esa mañana en mi cabaña, lloré por Axel, por el niño que nunca pudo llegar a comprender cuán digno era de amar y que nunca pudo llegar más allá de las mentiras que el mundo le dijo. Así como me paré frente a los chicos con llantos, algo más pasó que nunca jamás podre olvidar. Estos eran los mismos chicos que sólo unas semanas antes habían estado llorando ante el Señor en el retiro, derramando su dolor y tristeza ante él, quienes necesitaban ser consolados de su dolor y sufrimiento. De esa misma manera, ahora, yo lloré delante de ellos, se reunieron alrededor de mí, me rodearon en un abrazo de grupo, y en silencio lloraron conmigo. Los que habían sido quebrantados ahora se convirtieron en los consoladores. Los que lo necesitaban sanación ahora se convirtieron en sanadores por sí mismos. Y en ese bello, doloroso momento, experimenté un profundo sentido de esperanza para cada uno de ellos.
Mientras escribo esta reflexión, pienso en el tiempo que ha pasado desde que enterramos a Axel. Pienso en que pude haber tenido otra conversación con él, tal vez sólo una más habría sido suficiente para ayudar a que el corazón roto encontrara misericordia. Al mismo tiempo, hay dieciséis niños que se despiertan en la Casa Miqueas cada mañana, se ponen sus uniformes escolares y avanzan en su día con esperanza y expectativa. Mientras están en ese proceso de sanación, cada uno de ellos aún tiene algo de esa mentira arraigado en sus corazones. Todos y cada uno de los misioneros aquí en Miqueas les diría que queremos dejar al descubierto la mentira como lo que es, y para llevar a cada uno de los niños a la fuente correcta que es la fuente de agua viva que brota del Señor.
Podrá cada uno de los dieciséis chicos del grupo actual, ir más allá de la mentira a la restauración? Sinceramente, no tenemos ni idea. Sé que cada uno de nosotros a menudo nos sentimos débiles y con frecuencia no preparados para ayudar a nuestros chicos a cargar esas cargas tan pesadas de sus pasados. Al mismo tiempo, nos consuela la certeza de que el poder de nuestro Señor se perfecciona en nuestra debilidad y que él, y sólo él, es poderoso para salvar.
Y mientras tanto, no podriamos hacer esto sin la oración! Le pedimos considere la decision de escoger a uno de nuestros chicos para que ore todos los días por el, sabiendo que sus oraciones pueden derribar las fortalezas de la esclavitud en estas vidas jóvenes. Si usted elige un nombre, ¿le importaría enviar un correo electrónico a micahproject@hotmail.com para hacernos saber por quien está orando? Usted puede ver este enlace en nuestro sitio web para que pueda ver ver las biografías de cada uno de nuestros muchachos: https://www.micahprojecthonduras.org/micah-boys/ Y si alguna vez quieres una actualización específica sobre ese chico, estaremos encantados de enviarle una!
Sinceramente, creo que cada noche que nuestros muchachos van a la cama en la Casa Miqueas es un milagro. Como apagamos las luches en sus habitaciones, estan un día más lejos de la tragedia de su pasado y un día más cerca de la venida del Reino de nuestro Señor. Cada uno de esos días tiene su plena medida de tristeza y de alegría, de triunfos, y así como tambien retrocesos. Pero nos esforzamos por recordar, como la canción de Sherdonna nos recuerda que las montañas se escalan un paso a la vez.
Y llegara el día en que nosotros (y ellos!) Seremos restaurados.
Suyo en tenaz esperanza,
Michael Miller